sábado, 14 de enero de 2012

Cuento: El gato con botas


En un viejo molino vivía un molinero muy pobre que tenía tres hijos. Cuando murió sólo pudo dejarles
el molino, un burro y un gato.
Al pequeño le tocó el gato y se lamentaba diciendo:
–¡Vaya suerte la mía! ¿Qué puedo hacer con un gato?
–No te apures, yo te serviré. Si me das un saco y unas botas, te demostraré que has recibido la
mejor parte de la herencia –dijo el gato.
El muchacho le entregó lo que había pedido y el gato se puso rápidamente las botas y se fue.
Al poco rato, el gato metió en el saco algunas hierbas y se escondió. Un conejo se acercó al
saco y, al oler su comida favorita, se metió él solito en la trampa. Con rapidez, el gato salió de su
escondite, cerró el saco con el conejo dentro y se lo volvió a echar al hombro.
Todo orgulloso, se dirigió al palacio del rey.
–Traigo un regalo para el rey –anunció el gato.
Cuando tuvo al rey delante de él, hizo una reverencia y exclamó:
–Os traigo este conejo de parte de mi amo, el marqués de Carabás.
–Dile a tu amo que le agradezco el regalo –contestó el rey.
Durante los tres meses siguientes, el gato le siguió llevando conejos al rey.
Un día, el rey dijo que quería ir a comer a la orilla del río con su hija. El gato, cuando se enteró,
fue a hablar con su amo:
–¡Date prisa, mi amo! ¡Ve a bañarte al río!
–¿Te has vuelto loco? –preguntó el joven.
–¡Venga, al agua!
–¿Qué tramará este maldito gato? –pensó el hijo del molinero.
De pronto, se oyó el carruaje del rey y...
–¡Socorro, socorro! –exclamaba el gato–. Mi amo el marqués de Carabás se está ahogando y unos
bandoleros le han robado la ropa.
–¡Que traigan un traje para el señor marqués! –ordenó el rey.
Cuando el hijo del molinero se puso la ropa tan bonita que le habían traído, parecía un marqués
de verdad, y la hija del rey se enamoró de él al instante.
–Sube con nosotros a la carroza –le dijo el monarca.
Mientras tanto, el gato echó a correr y al ver a unos campesinos les dijo:
–Amigos, os propongo una cosa. Si cuando pase el rey le decís que estas tierras son del marqués
de Carabás, echaré de vuestras casas a todos los ratones.
Y así fue como, al pasar la carroza del rey, los segadores exclamaban:
–¡Estas tierras son del marqués de Carabás!
El gato, viendo que se dirigían hacia el castillo que había al otro lado del molino, se adelantó para
hablar con el ogro que vivía allí.
–¿Qué quieres? –gruñó el ogro con muy mal humor.
–Siento molestaros, gran señor –dijo el gato muy amablemente–. Me he enterado de que tus poderes
son inmensos... Dicen que te puedes transformar en todo tipo de animales, incluso en león.
–Así es, te lo voy a demostrar.
Un instante después, en el centro del salón el ogro se había convertido en un terrible león que
rugía con toda su potencia.
–¡Oh! –exclamó el gato–. ¿También eres capaz de transformarte en un animal muy pequeño? En
ratón, por ejemplo...
–Por supuesto, es un juego de niños. ¡Mira!
Y, al momento, el ogro se transformó en un pequeño ratón que se puso a corretear por el suelo.
El gato, nada más verlo, se lanzó sobre él y
se lo zampó de un bocado. Y justo en ese momento
se oyó el ruido de la carroza real que
atravesaba el puente del castillo.
–Señor, ¡bienvenido al castillo del marqués
de Carabás! –le dijo el gato al rey.
Éste, al comprobar el amor de los jóvenes, dijo:
–Señor marqués, nada me haría más feliz
que aceptaseis la mano de mi hija y fueseis mi
yerno.
–¡Sería un placer, Majestad! –dijo el muchacho.
Y así fue como el hijo del molinero se convirtió
en un miembro de la realeza. En cuanto al
gato, no volvió a trabajar ni a perseguir ratones
en toda su vida y se dedicó a coleccionar sus objetos
favoritos, que no eran otros que las botas.
                                                                                           

Adaptación del cuento de PERRAULT

             



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